Ayudar a los niños cuando se preocupan
A medida que los niños crecen, se enfrentan a nuevos desafíos. Comenzar la escuela. Conocer nuevos amigos. Aprender a nadar. Competir en los deportes. Aprender a conducir. Cada nueva situación puede sentirse como un gran paso.
Cuando los niños y los adolescentes enfrentan nuevas situaciones, suelen sentir una combinación de emociones. Enfrentar algo nuevo puede resultar estresante, aun cuando sea algo positivo. Es normal sentirse entusiasmado por el futuro y preocuparse por si estarán preparados para manejarlo.
La preocupación no es algo malo en sí mismo. Puede resultar útil siempre y cuando no sea muy duradera, no se vuelva muy intensa o no sea muy frecuente.
La preocupación es una señal de advertencia. Es una respuesta natural a un gran acontecimiento, cambio o desafío. La preocupación es una manera de anticiparse con el pensamiento y las emociones: “¿Estoy preparado para esto? ¿Qué ocurrirá? ¿Es seguro continuar? ¿Qué necesito hacer para estar preparado? ¿Cómo lo haré? ¿Qué puedo hacer si estoy nervioso?”.
Analizar la parte que más los preocupa (con calma y el apoyo de sus padres) puede ayudar a los niños a prepararse para lo que les espera. Cuando los niños se sienten preparados, pueden concentrarse en aquello que están esperando.
Cómo pueden ayudar los adultos
A veces, los niños evitan las cosas que les resultan nuevas o un desafío. Pero hacer cosas nuevas (que sean seguras y adecuadas para su edad) ayuda a los niños a crecer. Con cada nuevo desafío, pueden adquirir habilidades y confianza.
Los padres pueden ayudar a sus hijos pequeños y adolescentes a enfrentar cosas nuevas sin permitir que la preocupación los acobarde. He aquí cómo:
- Pase tiempo con ellos. Hágalo todos los días, incluso aunque solo sea durante unos pocos minutos. Hagan juntos cosas que los dos disfruten. Salgan a caminar, cocinen, coman, jueguen; o simplemente pasen tiempo juntos. Encuentren formas de sonreír y reír juntos. Esto permite mantener el vínculo fuerte y positivo. Y genera momentos para que los niños se abran de forma natural.
- Pregúnteles en qué están pensando. Ayude a los niños a ponerle nombre a lo que sienten y piensan. Tal vez no siempre tengan mucho para decir. Y quizás no siempre quieran hablar sobre lo que piensan. Pero hágales saber que usted está dispuesto a escucharlos y hablar en cualquier momento.
- Escuche con paciencia. Cuando los niños y adolescentes deseen hablar, escuche con toda atención. Deles tiempo para que puedan expresar sus pensamientos y sentimientos. Hágales preguntas para escuchar más. No se apure a darles consejos. Deje que confíen. Escuche con calma lo que tienen para decir.
- Valide. Hágales saber a sus hijos que comprende. Dígales que está bien sentir lo que sienten. Explíqueles que sus sentimientos son normales. Intente no decirles: “no tienes de qué preocuparte”. Esto puede hacerles pensar que no deberían sentirse como se sienten. Por el contrario, escuche con calma y acepte cómo se sienten. Esto hace que a sus hijos les sea más fácil compartir.
- Ayude a los niños a pensar cómo manejar las cosas. Ayúdelos a sentirse capaces. No entre en escena para resolverles las cosas. Por el contrario, invite a los niños y adolescentes a pensar qué pueden hacer. Apoye sus buenas ideas. Hablen para resolver las cosas juntos. Recuérdeles los momentos en los que intentaron algo nuevo y les fue bien. Ofrézcales ayuda si es necesario.
- Ayúdelos a practicar. Cuando sea posible, ayude a los niños a dividir las cosas nuevas en pequeños pasos. Permítales practicar paso a paso a medida que avanzan hacia el objetivo. Celebre cada éxito.
- Anímelos. Felicite a sus hijos por su esfuerzo y su avance. Dígale qué hicieron o dijeron que lo hizo sentir orgulloso. Ayúdelos a relajarse para que el estrés y las preocupaciones no se acumulen.
- Ayúdelos a esperar cosas positivas. Pídale a su hijo pequeño o adolescente que comparta qué cosas van bien y qué están ansiando. Pregúnteles sobre las cosas buenas que le ocurrieron en el día. Cuénteles sobre las cosas buenas que le ocurrieron a usted durante el día. Hágales saber que está bien hablar sobre las preocupaciones, pero que es más útil poner el foco en los buenos momentos.
- Tranquilice y consuele. A veces, los niños y adolescentes se sienten abrumados por las preocupaciones. En esos momentos, es muy probable que no sirva de nada intentar hablar para aliviarlos. Tal vez sea mejor ofrecerles consuelo y comprensión. Recuérdeles que está allí para ayudarlos con lo que esté ocurriendo. Enséñeles a respirar con calma para relajar su mente y su cuerpo.
¿Qué debo hacer si mi hijo se preocupa demasiado?
A veces, las preocupaciones empeoran con el paso del tiempo. Cuando los niños se preocupan demasiado, les resulta difícil disfrutar de la escuela, las actividades o los amigos. Las preocupaciones pueden comenzar a afectar el sueño y la alimentación. Posiblemente causen sentimientos de ansiedad y miedo en los niños y los lleven a evitar cosas que podrían disfrutar. Las preocupaciones de este tipo pueden ser un signo del trastorno de ansiedad.
Si su hijo tiene preocupaciones, estrés o ansiedad que parecen demasiado difíciles de manejar, hable con el médico de su hijo o con un médico especializado en salud mental. La ansiedad en la infancia puede mejorar con el tratamiento y el apoyo adecuados.