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Controlar las rabietas

Los padres saben que sus hijos de 2 o 3 años tendrán rabietas. Pero los arranques de ira no siempre se detienen después de esta edad. A veces, los niños mayores tienen problemas para manejar el enojo y la frustración.

Algunos niños solo perderán la calma esporádicamente, pero otros parecen pasarla peor cuando las cosas no salen como ellos quieren. Los niños que, por su forma de ser, suelen tener reacciones más fuertes necesitarán más ayuda de sus padres para controlar su temperamento.

A los niños puede resultarles difícil controlar sus estallidos; ayudarlos a aprender a dominarlos es un trabajo arduo para los padres que los aman. Intente ser paciente y positivo, y sepa que se necesita tiempo para desarrollar habilidades, además de que todos los niños pueden mejorar con el entrenamiento adecuado.

El rol de los padres

Controlar a los niños puede ser un desafío. Algunos días, parece imposible mantener el orden sin perder la calma. Pero ya sea que esté reaccionando a un arranque de ira ocasional o a un patrón de estallidos, controlar su propio enojo cuando las cosas se ponen tensas hará que le resulte más fácil enseñarles a sus hijos a hacer lo mismo.

Para ayudar a controlar el temperamento, intente convertirse en aliado de su hijo: los dos están intentando que domine su temperamento que no deja de causar problemas.

Si bien es posible que su propia paciencia se ponga a prueba con los arranques de ira, la confrontación, los desafíos, las discusiones y las contestaciones, es durante estos episodios que debe ser más paciente que nunca. Obviamente, se sentirá enojado, pero lo importante es cómo maneja esa emoción.

Reaccionar al colapso de sus hijos con gritos y estallidos de ira solo les enseñará a ellos a hacer lo mismo (y esto se relaciona con un incremento de las conductas negativas de los niños). Pero si mantiene la tranquilidad y la calma mientras atraviesa una situación frustrante, podrá demostrar (y enseñar) maneras adecuadas de manejar el enojo y la frustración.

Supongamos que escucha a sus hijos pelear por un juguete en la habitación contigua. Los ignora con la esperanza de que resuelvan la situación por sí mismos. Pero la pelea se convierte en gritos y comienza a escuchar que golpean puertas, se pelean y lloran. Decide involucrarse antes de que alguien salga lastimado. Para este momento, es posible que ya esté cansado. Después de todo, los gritos y llantos lo alteran y es posible que se sienta frustrado porque sus hijos no están compartiendo o intentando llevarse bien. Entonces, ¿cuál es la mejor manera de reaccionar? Con su autocontrol intacto. Enseñar con el ejemplo es la herramienta más poderosa. Hable con calma, clara y firmemente; no lo haga con enojo, críticas hirientes, amenazas o palabras humillantes y no culpe a nadie.

Por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo. Pero recuerde que está intentando enseñarles a sus hijos a manejar el enojo. Si grita o los amenaza, se convertirá en un modelo de los tipos de conducta que desea desalentar. Sus hijos verán que está tan enojado e imposibilitado de controlar su propio temperamento que no puede evitar gritar; esto no los ayudará a aprender a no gritar.

¿Qué puede hacer? 

Regular las emociones y controlar la conducta son habilidades que se desarrollan lentamente y a lo largo del tiempo durante la infancia. Al igual que cualquier otra habilidad, sus hijos tendrán que aprenderla y ponerla en práctica con su ayuda.

Si no es habitual que su hijo tenga una rabieta, cuando tenga uno, revise claramente y con calma las reglas. Puede decirle algo como “Sé que estás molesto, pero no puedes gritar ni insultar”. Tal vez su hijo no necesite escuchar nada más para recuperar la compostura. Después, dele indicaciones con paciencia. Por ejemplo: “Dime por qué estás enojado” o “Discúlpate con tu hermano por lo que le dijiste”. De este modo, lo está guiando para que vuelva a tener un comportamiento aceptable y alentando el autocontrol.

Además, dígale a su hijo lo que ocurrirá si no se calma; por ejemplo: “Si no te calmas, tendrás que salir de la habitación hasta que hayas dejado de gritar”.

Los niños con rabietas y explosiones frecuentes tal vez no tengan el autocontrol necesario para manejar la frustración y el enojo, y necesiten más ayuda para manejar estas emociones. Los siguientes consejos lo pueden ayudar:

Ayude a sus hijos a poner las cosas en palabras. Si su hijo está en medio de un estallido, descubra qué está pasando. De ser necesario, use una pausa obligada para que su hijo se calme o recuérdele cuáles son las reglas y las expectativas: “No puedes gritar ni tirar cosas. Respira hondo y cálmate”. Recuérdele a su hijo que hable sin gemir, enojarse o gritar. No les hable si siguen gritando o gimiendo, porque lo que desea enseñarles es que pueden recibir su atención cuando están calmados. Una vez que su hijo se calme, pregúntele qué lo hizo enojar. Podría decirle: “Usa tus palabras para decirme qué pasó y por qué estás enojado”. Esto ayudará a su hijo a poner sus emociones en palabras y descubrir qué es lo que debe hacer para resolver el problema (si es que puede hacer algo). Pero no obligue a su hijo a hablar. Tal vez necesite un poco de tiempo para reflexionar antes de estar preparado para hablar. Puede ser conveniente tomarse un descanso antes de hablar con los niños a los que les cuesta calmarse. Procure que esto no suene como un castigo; por el contrario, dígale que es una oportunidad para controlar sus emociones. Podría decirle: “¿Por qué no te tomas 15 minutos en tu habitación y descansas antes de que hablemos de lo que te tiene tan enojado?”. Darles este tiempo para calmarse puede hacer que les resulte más fácil hablar sobre el motivo de su enojo.

Escuche y responda. Cuando su hijo ponga sus sentimientos en palabras, le corresponde escuchar y decirle que lo comprende. Si a su hijo le cuesta encontrar las palabras, ayúdelo: “entonces eso te hizo enojar”, “debes sentirte frustrado” o “eso debe de haber herido tus sentimientos”. Ofrézcale ayuda para encontrar la respuesta si es necesario resolver un problema o un conflicto o si es necesario disculparse con alguien. En muchos casos, lo único que necesitan los niños para calmarse es que escuchen lo que sienten y ser comprendidos. Pero mientras reconoce los sentimientos de su hijo, deje en claro que las emociones fuertes no son una excusa para un mal comportamiento. Deje en claro que está bien sentirse enojado, pero no está bien reaccionar a ese enojo con gritos o golpes. “Sé que estás enojado, pero aun así no está bien que pegues”. Después, dígale algunas cosas que puede hacer en lugar de tener esa reacción. Algunos niños solo necesitan que los escuchen.

Ponga reglas claras y hágalas cumplir. Hable acerca de las reglas de la casa con frecuencia para que sus hijos sepan qué espera de ellos. Sea claro sobre lo que es aceptable y lo que no lo es, sin usar amenazas, acusaciones ni humillaciones. Sus hijos comprenderán el mensaje si usted hace afirmaciones claras y simples sobre lo que está fuera de los límites y les explica qué desea que hagan. Podría decirles: “En esta casa no están permitidos los gritos. Usa palabras para decirme lo que te molesta”.

A continuación encontrará algunas reglas de buena conducta que puede poner en práctica:

  • En esta familia, no nos golpeamos ni nos empujamos. 
  • No está permitido gritar.
  • No se pueden golpear las puertas en casa.
  • No se aceptan los insultos.
  • En esta familia no nos decimos cosas desagradables.
  • No puedes tirar las cosas ni romperlas.

Estrategias de afrontamiento para niños

Los niños que han aprendido que no está bien gritar, golpear o tirar cosas cuando están enojados necesitan otras maneras de conservar la calma cuando sienten enojo. Ofrézcales algunas ideas para ayudarlos a aprender formas seguras de dejar salir el enojo o a encontrar otras actividades que puedan cambiarles el estado de ánimo.

Tomarse un descanso de la situación. Cuénteles a sus hijos que está bien alejarse de un conflicto para evitar un estallido de ira. Si se van a otra parte de la casa o al jardín, los niños pueden tener algo de espacio e intentar calmarse.

Buscar una forma (segura) de dejar salir el enojo. No podrán dar golpes en las paredes, pero puede sugerirles algunas formas saludables de descargarse. Hacer algunos saltos de tijera, bailar en la habitación o salir al aire libre y hacer volteretas son buenas opciones. O su hijo puede optar por escribir o dibujar lo que le está molestando. 

Aprender a controlarse. Esto puede resultar difícil para los niños, e incluso para los adultos. Explíqueles que parte de recuperar la calma consiste en pasar de estar realmente enojado a tener más control sobre el estado de ánimo. En lugar de pensar en la persona o la situación que provocó el enojo, anime a sus hijos a pensar en otra cosa que pueden hacer y que podría cambiarles el humor; por ejemplo, pueden salir a pasear a la vereda, montar en bicicleta, jugar un juego, leer su libro favorito, hacer un pozo en el jardín o escuchar su canción preferida. Intenten alguna de estas cosas juntos para que ambos puedan darse cuenta de que hacer algo diferente puede cambiar los sentimientos de una persona.

Sentar las bases

Afortunadamente, en la mayoría de los niños, los episodios de ira no ocurren realmente con demasiada frecuencia. Quienes tienen problemas con su temperamento suelen ser activos, de voluntad firme y con mucha energía que necesitan descargar.

Ponga a prueba estos pasos en los momentos de calma; podrían prevenir los problemas antes de que ocurran ya que ayudan a sus hijos a aprender y poner en práctica las habilidades que necesitan para controlar la tensión del momento: 

Asegúrese de que sus hijos duerman lo suficiente. El sueño es muy importante para el bienestar de los niños. La relación existente entre la falta de sueño y el comportamiento del niño no siempre es evidente. Cuando los adultos están cansados, están malhumorados o con poca energía, pero los niños pueden volverse hiperactivos, desagradables o mostrar comportamientos extremos. Las necesidades de sueño de la mayoría de los niños se encuentran dentro de un nivel predecible de horas según su edad, pero cada niño es diferente.

Ayúdelos a ponerles nombre a las emociones. Ayude a los niños a tomar el hábito de decir qué están sintiendo y por qué; por ejemplo: “Estoy enojado porque tengo que limpiar mi habitación mientras mis amigos están jugando”. Usar palabras no hace que el niño deje de tener la responsabilidad de hacer la limpieza, pero conversar sobre eso puede calmar la situación. Están conversando en lugar de una discusión. Felicite a su hijo por hablar en lugar de golpear una puerta, por ejemplo.

Asegúrese de que sus hijos hagan mucha actividad física. Los juegos activos realmente pueden ayudar a los niños con mucho temperamento. Anímelos a jugar al aire libre y a practicar los deportes que les gusten. El karate, la lucha y correr pueden ser actividades especialmente buenas para los niños que están intentando controlar su temperamento. Pero cualquier actividad que haga bombear al corazón puede ayudar a quemar energía y reducir el estrés.

Anime a sus hijos a asumir el control. Compare su temperamento con un cachorro que todavía no ha aprendido a comportarse y que está corriendo por el lugar mordisqueando todo. Probablemente, los cachorros no tienen la intención de ser malos, pero es necesario entrenarlos para que aprendan que no se deben morder los zapatos, no está bien saltar encima de las personas o de los muebles, etc. Lo importante es que el temperamento de su hijo, al igual que un cachorro, necesita entrenamiento para aprender cuándo está bien jugar, cómo usar la energía adicional y cómo seguir las reglas.

Reconozca el éxito. En muchos casos, las cosas buenas pasan desapercibidas; por lo tanto, asegúrese de comentar lo bien que su hijo manejó una situación compleja cuando vea una conducta positiva. Destaque específicamente lo que le agradó sobre la manera en la que lo manejó; de esta forma, será más probable que el niño use esas estrategias en ocasiones futuras.

Intente ser flexible. La crianza de los hijos puede ser una experiencia agotadora, pero trate de no ser demasiado rígido. Escuchar una seguidilla constante de “no” puede ser descorazonador para los niños. Por supuesto, a veces es absolutamente necesario decir “no”: “no, no puedes montar en bicicleta sin tu casco”. Pero en otros casos, puede dejar que los niños ganen una vez. Por ejemplo, si sus hijos quieren seguir jugando un rato más al wiffle ball y lo piden correctamente, puede dejarlos que sigan jugando otros 15 minutos.

Intente identificar las situaciones “de riesgo” y sea proactivo. Por ejemplo, si su hijo tiene problemas con los cambios, avísele antes de que ocurran. Del mismo modo, si sus hijos tienen problemas para apagar el televisor cuando se los pide, sea claro sobre la cantidad de tiempo que pueden mirar televisión o jugar videojuegos y ponga un temporizador que les avise con 5 minutos de anticipación. Asegúrese de hacer cumplir lo que acuerden.

Como cualquier persona que haya estado realmente enojada sabe, seguir consejos sensatos puede resultar difícil cuando las emociones interfieren. Deles a sus hijos la responsabilidad de asumir el control, pero esté junto a ellos para recordares cómo lograrlo.

La mayoría de los niños pueden aprender a mejorar sus habilidades para manejar el enojo y la frustración. Pero si su hijo suele verse envuelto en peleas y discusiones con los amigos, los hermanos y los adultos, es posible que necesite más ayuda. Hable con otros adultos presentes en la vida de su hijo (los maestros, consejeros escolares  y entrenadores tal vez puedan ayudar, y el médico de su hijo puede recomendarle un consejero o psicólogo).